La Creencia de un Predicador Misionero

 

YO ESTOY AQUÍ.  Jesús. 
 

Estuve presente contigo en la congregación de esta noche, y escuché lo que dijo el predicador, y él declaró algunas verdades, al igual que declaró algunas cosas que no son ciertas.  Él dijo “solo aquellos que han sido convertidos son hijos de Dios”.
Todo hombre es hijo de Dios, y Su amor y amparo es para todos, y son muy preciados para Él, de lo contrario, Él no habría reotorgado Su amor a ellos y haberles dado el privilegio de convertirse en habitantes de Su Reino Celestial. 

El mero hecho de ser pecadores no los hacen menos hijos de Él, a quienes Él tanto ansia redimir y colmarlos del Amor Divino, y cuando el predicador dice que “aquellos que son pecadores no son hijos de Dios”, él no declara la verdad, puesto que todos son Sus hijos – algunos, para gozar de la vida pura y felicidad que la purificación de su amor natural traerá a ellos, y otros, para gozar de, y habitar el Reino Celestial que el Nuevo Nacimiento les otorgará.  Pero todos son hijos de Él, aunque algunos se han extraviado y han sido ajenos a Su amor, como el hijo pródigo que abandonó el hogar de su padre para ir a un país lejano.

Esta doctrina, que declara que los pecadores no son hijos de Dios, es una doctrina condenable y perniciosa, y causará que muchos pierdan la esperanza de convertirse alguna vez, en otra cosa que no sea hijos de la perdición – o, como dicen los ortodoxos – del diablo. 
La misericordia del Padre es para todos, y si algunos de Sus hijos eligen no pedir y recibir el Amor Divino el cual, cuando se posee, los convierten en ángeles, aún así, son hijos de Él, y, en su debido tiempo, o antes del tiempo de la gran consumación, se convertirán en seres puros y felices, como lo fueron los primeros padres antes de la caída.
 

Y aún cuando este predicador posee una gran cantidad del Amor Divino en su alma, y de manera sincera y correcta busca aún más, sus creencias y enseñanzas, en cuanto al destino y condición futura sobre quiénes pueden recibir este amor y convertirse en Uno con el Padre, son, sin embargo, totalmente incorrectas, y tiende a retardar su propio progreso en el desarrollo de su alma y avance hacia el Reino de Dios. 
Él, por supuesto, posee estas creencias debido a su estudio e interpretación de algunas de las declaraciones de la Biblia, y por lo tanto, no está enseñando algo en lo que él no crea, o algo que, a su propia conciencia, sea falso.  A pesar de eso, ello es falso y él tendrá que sufrir las consecuencias de tales creencias y enseñanzas falsas.
 

La ignorancia, aún cuando no lo relevará de sus consecuencias, ni tampoco invocará las penalidades de la ley que se aplica al engañador intencionado o predicador de falsas doctrinas, no lo exculpará o relevará, sin embargo, de las penalidades de esa ley, la cual exige que la verdad y únicamente la verdad, sea creída y enseñada. Aunque él pueda tener algo de lo divino en su alma, tendrá que librarse de estas falsas creencias; pues, cuando existe la falsedad de una creencia en el corazón y alma del hombre, interfiere, a tal grado, con el influjo del amor en esa alma y su progreso hacia la unidad perfecta con el Padre.
 

La verdad es en sí, un hecho.  No puede tener afiliación con la falsedad, no importa que esa falsedad sea el resultado de la ignorancia, porque toda falsedad es el resultado de la ignorancia, y debe ser erradicada de los corazones de los hombres antes de que pueda haber esa armonía entre Dios y el hombre, que la misma naturaleza de la verdad, en sí requiere.  Si todo hombre que careciese de la perfecta armonía, que exige la verdad absolutamente, no fuera hijo de Dios, Dios, entonces, no tendría  hijos entre los hombres.  La condición del pecador y del hombre que ha tenido la experiencia del nuevo nacimiento difiere sólo en el hecho de que, uno no ha empezado a recibir en su alma la esencia de la verdad, mientras que el otro, hasta cierto grado, posee esa esencia.  Todos pueden poseer esa esencia, y en gran abundancia.  Algunos podrán jamás poseer la esencia de la verdad divina, pero ningún hombre permanecerá sin la esencia de la verdad que conduce al hombre perfecto.
La verdad de la existencia del ángel, y la verdad del hombre perfecto son igualmente verdades, aunque la primera es de un grado y naturaleza más elevado que la última.
 

Nuestros primeros padres eran hijos de Dios – sus propias criaturas –  buenos y perfectos, y después de su caída, no menos hijos de Él, ya que su amor por ellos fue tan grande, que en la plenitud de la perfección de Sus planes, Él les otorgó nuevamente el privilegio de recibir Su Amor Divino, y me envió a proclamar el hecho, y a enseñar a los hombres el camino para obtener ese gran amor.  La muerte que había prevalecido durante largos siglos fue suplantada por la potencialidad de vida, y yo fui el camino, la verdad y la vida, y la inmortalidad se convirtió en una posibilidad para los hombres. 

Por lo tanto, todos los hombres son hijos de Dios en una relación u otra; ya sea que, el hombre renuncie a sus pecados y se satisfaga con la perfección de su amor natural y morada que pertenece al hombre perfecto, o que aspire a recibir el influjo del Amor Divino en su alma, el cual le permitirá entrar en los Cielos Divinos y poseer la certidumbre de su inmortalidad.
 

Cuando Dios reotorgó este Amor Divino al hombre, no habría hombre en existencia, ni  en espíritu tampoco, que hubo de ser llamado hijo Suyo,  de ser necesario que se convirtiera, como dijo el predicador, porque ninguno había recibido este amor, que es la única cosa o poder en todo el universo de Dios que puede convertir a un hombre “muerto”en trasgresión y pecado; sin embargo, Dios amó a todos Sus hijos y confirió este gran don sobre ellos, porque eran Sus hijos.  Si Dios sólo amara a los virtuosos, no habría ninguno digno de ser el objeto de Su merced.  No habría tenido hijos de Su amor. 
 

Y ahora que Él ha reotorgado este don, y algunos hijos de hombres lo han recibido y poseído y están en mayor armonía con Él, no es cierto que aquellos que fueron hijos de Él antes de dicho reotorgamiento sean menos hijos de Él, porque no hayan buscado y hacerse dueño de este don. 
No, el amor del Padre es tan grande y amplio y profundo, que se extiende a todos Sus hijos sobre la tierra, en espera de ser otorgado a ellos; y la oveja extraviada es tan hija de Él como lo son las noventa y nueve a salvo en el rebaño, y aunque la oveja extraviada nunca encuentre o entre en el rebaño donde están amparadas las que poseen Su Amor Divino, esa oveja, no obstante, sigue siendo, y es el objeto de Su amor. 

Que los predicadores y otros, quienes han asumido la responsabilidad de enseñar a los hombres las verdades del Padre, se abstengan de proclamar la doctrina que declara que sólo aquellos que han recibido el nuevo nacimiento son hijos de Dios.  Ellos, por supuesto, no son Sus hijos obedientes hasta que hayan obtenido, ya sea el Amor Divino y Esencia del Padre, o la pureza de los primeros padres antes de la caída, pero, aún, son Sus hijos, aunque mancillados por su propia creación de pecado y error.
 

DIOS ES AMOR – y el amor no conoce limitación alguna, en lo alto o lo profundo.  Existe en los cielos más altos, y llega hasta los infiernos más bajos, y en su propio modo y tiempo, obrará su propio cometido.  Todo hombre estará en armonía con la voluntad del Padre, que es perfecta, y aunque algunos, y diré la mayoría de los hombres, no aceptarán la invitación de convertirse en ángeles de Su Reino Celestial, que no es obligatorio, sin embargo, harán Su voluntad convirtiéndose en un futuro, cercano o lejano, libres del pecado y error de su propia creación, y puros y perfectos como lo fueron aquellos, quienes fueron los primeros creados por el Padre y pronunciados “buenos”. 

El enemigo más grande del hombre es aquel que, habiendo recibido la certidumbre de la posesión del Amor Divino, convirtiéndose así, en un hijo divino del Padre, pero cree en los errores de la Biblia y las interpretaciones erróneas de sus verdades, declara que Dios odia al resto de la humanidad, y que son objetos de Su ira, y la seguridad de la condenación eterna y tormenta perpetúa. 
Es deplorable que existan y continúen tales creencias y declaraciones, especialmente de parte de aquellos que se han encargado de dirigir a las masas hacia el camino de las verdades y planes de Dios para la felicidad de los hombres, y la redención de los males y pecados que les causa tanto sufrimiento. 
Pero todo esto demuestra el poder, y ceguera de las creencias fundadas sobre error y enseñanzas falsas.  Y, por extraño que parezca, estos dirigentes del ignorante podrían poseer algo del Amor Divino en sus almas, y, sin embargo, sus creencias mentales e intelectuales son tan fijas e inamovibles, que la posesión de este amor no los hará comprender que el amor del Padre es para todos, y que la ira no es parte de Su Ser, sino una cualidad del hombre pecador, que estos creyentes erróneos Le atribuyen. 

Si algo puede decirse que Dios odia, Él odia el pecado, pero ama al pecador, quien es la criatura de Su voluntad, y quien es tan desafortunado de haber creado aquello que lo mancilla y lo aleja, no solamente del Padre, pero de su propia creación perfecta y pura. 
Bueno, he escrito suficiente por esta noche y espero que lo que he dicho pueda beneficiar, no sólo al pecador, sino al hombre, predicador, o laico, quien, al poseer algo del Amor Divino, proclama que sólo él u otros como él, son hijos de Dios.
 

Como dijo Pablo, “ellos ven a través de un cristal oscuro”, pero luego se verán cara a cara, y al hacerlo, verán tal evidencia y manifestación del amor del Padre, que sabrán que ellos y sus hermanos pecadores son todos hijos del Padre, aunque uno puede ser heredero al Reino Celestial y la Esencia Divina del Padre, mientras que el otro puede ser heredero sólo del amor puro del Padre, para bendecir y hacerlos felices en el amor natural puro y hombre perfecto, que poseyó el llamado Adán antes de su caída. 

Debo detenerme ahora, pero al hacerlo, deseo decir que no debes permitir que lo que declaren estos creyentes ortodoxos perturbe tu fe en nuestras comunicaciones, puesto que sólo saben lo que les dice la Biblia, y tú conoces las verdades que nosotros declaramos. 
Pronto vendré para escribirte un mensaje acerca de verdades, que, desde hace algún tiempo, he deseado escribir. 
Cree en mi amor y que estoy contigo, orando por ti y ayudándote con mi influencia. 
Buenas noches, y que el Padre te bendiga. 

Tu hermano y amigo,
JESÚS